los Albañiles



Los Albañiles: El Juego de la Mezcla, Corrupción y Muerte (septiembre 7, 2004)
Por: Eduardo Sánchez Villagrán

El oficio de la albañilería en México sin duda es reconocido en el mundo, los trabajadores de la “cuchara” no necesitan ninguna preparación académica para construir cualquier tipo de obra que se relacione con el cemento, grava, varilla, etc. Sólo les basta su capacidad de observación, ejecución y sobre todo ingenio para elaborar los monumentos arquitectónicos más resistentes y eficaces.

Vicente Leñero, un verdadero maestro de la construcción literaria y periodística, además de su aportación invaluable en numerosos guiones o adaptaciones en su haber para el celuloide nacional, escribió en 1969 una novela titulada Los Albañiles donde reflejó el mundo marginado de estos obreros que día tras día dejan el sudor en cada ladrillo, bajo los intensos rayos de sol, inmersos en una atmósfera poco alentadora para el progreso personal, entre carretillas, arena, clavos, castillos, son pilares de un conjunto de apartamentos destinados no para ellos, sino para otros individuos que disfrutarán de la estadía gracias al sacrificio, desvelos e infortunios de esos hombres fuertes físicamente, pero frágiles en su alma como un cristal.

Además de estos tópicos, la novela es guiada por hilo conductor, un asesinato que se torna complejo en la investigación judicial pues la estructura legal que nos rige como país desnuda los pantanales corruptos de un sistema inoperante. Primero sería adaptada en una puesta teatral donde obtuvo una gran aceptación, pero tuvieron que pasar siete años para que el séptimo arte criticara esa idiosincrasia muy particular entre nosotros.

Ya que hablamos de artesanos, no podría faltar el toque artístico del cineasta veracruzano Jorge Fons egresado de la primera generación del CUEC, quien para esa época ya contaba con un serial interesante de documentales, la adaptación de un breve cuento de Mario Vargas Llosas Los Cachorros de 1972, una nominación al Ariel por su cortometraje Caridad que le valió buenas críticas. Ahora se enfrentaba a un reto más riguroso, adaptar una novela que exigía una atención minuciosa tanto en la estructura narrativa, como en la puesta en escena.

La historia se centra en la muerte de Don Jesús, el velador del edificio en construcción, famoso por su mitomanía insaciable y su adicción a la marihuana, es asesinado misteriosamente lo cual permite que dicha acción sea el marco donde se trazan los conflictos sociales, personales de una clase desdeñada y oprimida. Isidro, un muchacho ayudante de albañil confidente de Don Jesús, encuentra su cuerpo que yace ensangrentado mientras baja corriendo del edificio gritando: “¡mataron a Don Jesús!”. En ese momento, el director juega con el tiempo para mostrarnos el inicio de la construcción del edificio, vemos los cimientos de la obra y ahí arranca la película. Conocemos rápidamente a personajes como “El Chapo” Álvarez, asistente del Ingeniero Federico, “El Patotas”, un individuo inconforme, de lo más radical, magníficamente interpretado por Resortes, lo mismo que Josefina, esposa de Don Jesús y amante del Chapo.

Seguido de ordenados flashbacks, así como la obra en proceso, Fons desmenuza el temperamento de cada trabajador, el edificio se convierte en un microcosmos de los vicios adquiridos en una relación laboral afectada por las irregularidades, complicidades manifestadas en la cinta en más de un cincuenta por ciento. De entrada, la ineptitud del Ingeniero Federico, conocido como “El Nene”, quien siempre es reprendido por su padre el Ingeniero Zamora por sus malos manejos, aunado a su inexperiencia genera desfalcos en el material que se emplea, estos son robados por el Chapo Álvarez en contubernio con Don Jesús.

Jacinto es un trabajador consentido del Chapo Álvarez, beneficiado en los pagos quincenales, deja entrever su antipatía hacia Don Jesús, por lo que siempre aconseja a Isidro que no se junte con él, a Isidro lo ve como a un hijo porque le recuerda al suyo quien murió en un accidente jugando con la hermana. El desgarrador sentimiento llega a estremecernos cuando en la celebración de la Santa Cruz arremete contra la vida recriminándole que él construye casas, pero no es dueño de ninguna. “El curita” apodo del plomero Sergio, hermano de Celerina, novia de Isidro, es el modelo de una psique severa, frustración, envidia, odio, una religiosidad que degenera en intolerancia, son factores propios de un reprimido trabajador absorto en sus intrigas y comportamientos conflictivos.

Fons juega con los tiempos. Pasado y presente se van intercalando durante el avance de la historia, el presente es quizás la parte más intensa, donde presenciamos las vejaciones sufridas por aquellos “sospechosos” para la autoridad, que buscan a como dé lugar al responsable homicida del velador lujurioso inmune ante la violación de Celerina. Los agentes judiciales no escatiman rudeza alguna para hacer “cantar” a cualquiera de los involucrados, surgen hasta tres posibles asesinos, pero no pasan de ahí; el inspector Munguía, quien por no recurrir a métodos violentos se ve enfrascado en un laberinto de interrogantes, mientras su tiempo se acaba para decretar el veredicto final a “los de arriba”.

Durante su montaje notamos algunas fallas técnicas, pero el filme no decae en su contenido denunciante, es prudente en secuencias violentas, sin caer en truculencias o en situaciones inverosímiles. Ya para entonces 1976, año en que se realizó, representó una de las últimas producciones de CONACINE (empresa creada por el Estado) que ofrecían un cine de mayor exigencia para un público que venía cansado de presenciar las convencionales propuestas de una industria saturada con géneros inocuos.

Los Albañiles no llegó a ser la gran película, pero bastaría con revisarla una y otra vez para encontrar más elementos que, sin temor a equivocarme, la situarían en una de las filmografías clásicas y representativas mexicanas que se hayan desarrollado en el siglo XX.

LOS ALBAÑILES
Dirección: Jorge Fons; Guión: Vicente Leñero, Jorge Fons y Luis Carrión; Producción: Conacine y Cinematográfica Marco Polo; Fotografía: Alex Phillips Jr.; Música: Gustavo César Carrión; Edición: Eufemio Rivera; Con: Ignacio López Tarso (Don Jesús), Jaime Fernández (Pérez Gómez), Jaime Alonso (Federico), Salvador Sánchez (Chapo Álvarez), José Carlos Ruiz (Jacinto Martínez), Katy Jurado (Josefina), Adalberto Martínez Resortes (Patotas)
México, 1976, 113 min.

Comentarios